Esos ojos (III)

Escucha lo que digo, me mira de frente y se relaja. Vamos por Las Heras. “¿Qué edificio es ese?”, pregunta él que no es de Capital. “Es la Biblioteca Nacional”, contesto. “Qué hermoso edificio”, remata. Bueeeno, 52 estrellitas, 48 caritas felices, todas las bellezas, mi sonrisa, la bici, el reloj y el perro. No puedo evitar hacer el comentario grasa de la noche, versión barata de Javier Bardem en Vicky Cristina Barcelona: “¿Tus ojos son verdes o azules?”. “Son verdes”, dice, se ríe, me mira, sigue: “Tus ojos son marrones. Me gustan”. ¡Paaaren las rotativas! 1 millón de estrellas, caritas, pochoclo, sonrisas, la bici, el reloj, el perro y la escritura de mi departamento, ganaste por afano. Y una mención de honor a tu señora madre por haberte educado tan bien.

Llegamos a la casa de uno de los chicos, corre la cerveza. Él pone la música y sé que le gusta lo que escucha por la seriedad de su cara. No hace el gesto de estar tocando una guitarra imaginaria, por suerte. “Che, ¿y quién escribe los temas de la banda?”, pregunto. Todos los dedos lo apuntan. Ah mirá, encima escribís, decime que cocinás y te desposo en este preciso momento. Se hace tarde, nos despedimos chau-chau, beso-beso, nosvemos-dale. “Un gusto conocerte”, dice él. Vuelvo en el 60 con mi amigo. Le cuento todo. Se ríe. “Ese pibe es lo más, Kar y vos tenés todas las de ganar”, dice.

Conclusiones finales: 1) Ese es un amigo, el que te dice las cosas lindas y tal cual las querés escuchar, pero no te miente. 2) Definitivamente debería ser ilegal tener esos ojos.

El fin…
¿o el comienzo?