Can I have it like that?

De entrada sé que va a haber guerra. Ninguno sabe el desenlace, pero eso tiene su encanto. El principio es difícil, incómodo, hay inseguridades y me pregunto si es lo correcto, aunque seamos viejos conocidos. En una décima de segundo ya no tengo más opción, no hay vuelta atrás. Es un camino de ida. Pongo mi mejor cara y arrancamos. Todo es caos, todo es desorden. A veces hay estrategias o planes previos, movimientos pensados. A veces es aleatorio e inesperado, puras sorpresas. Me aliento a mi misma y me concentro en el juego. Es un ejercicio catártico. Abro, cierro, saco, pongo. Voy y vuelvo, espero el feedback. Arriba, abajo, a la derecha, un poco más a la izquierda. Así me gusta, eso prefiero que no. Caen las primeras gotas de sudor, signo de compromiso. Sigo a pura garra y corazón. Ojo, tampoco sé si voy a terminar, si me voy a quedar a mitad de camino, si habrá interrupciones, si seré vencida o ambos saldremos victoriosos. Insisto, cada vez es distinta. Todo vale, nadie juzga. Puede que me encuentre con cosas lindas, feas, olores, ruidos, recuerdos. Yo no pienso, hago. Por un momento creo que necesito un vaso de agua y recuperar el aliento. También depende si hay otras personas, si estoy apurada, si necesito ayuda, si es mucho o poco, grande o chico. Puede ser divertido o un parto. Lo puedo disfrutar o terminar llorando. Nunca lo sabré de antemano. De repente anticipo que se acerca el final. Estoy cansada, es el último esfuerzo. Vamos, Karin, dale, vos podés. Llegá, terminá, vencé. La verdad es que casi siempre salgo beneficiada, salvo pocas excepciones. La satisfacción es impagable, cada uno la vive a su manera. Pero pase lo que pase en la recta final, (gane por knock out, empate, salga lesionada) siempre termino con la misma súplica: por favor, por favor, no te vuelvas a desordenar placard.