miércoles, 24 de junio de 2009

Un bonsai

Ese año, entre otras cosas, me regalaste un bonsai. Poesía en miniatura, con hojas verde claro y hojas verde más claro, troncos y ramas entrelazados, una verdadera obra de arte. Lo puse juntito a las demás plantas, pero de entrada supe que no iba a sobrevivir. El bonsai es especial, me dijo alguien. No es para tener en el hogar -insistió- porque el bonsai así, enano, te estanca. No te deja crecer. Alguien más dijo que generaba energía negativa. Y vos con el bonsai y tu corazón en las manos y tu sonrisa, siempre tan buena, llena de inseguridad y paciencia, siempre firme para amortiguar el golpe.
Pero yo lo sabía: el bonsai no iba a durar. Lo regué, le di amor, le conversé, hasta le conté de nosotros. No dijo nada, tampoco esperé respuesta. Pasó el tiempo -yo sabía que el tiempo iba a pasar- y de a poco se fue apagando. Tu bonsai, mi bonsai, no era feliz y ya no hubo nada que hacer.
Penoso fue cuando arranqué la hoja más verde que le quedaba y decidí dejarlo ir. De cualquier manera no tenía más opción que esa. Lo lloré varias noches hasta que un día me desperté y vi por la ventana el sol que asomaba. Vos ya no estabas, el bonsai tampoco pero el sol sí, ahí, iluminando la mañana.

6 comentarios:

  1. que lindo todo esto:
    la vida es pasajera al igual que las experiencias que nos brinda, pero siempre 1que me despierto decido vivir el dia como si fuese ese y no otro y no dejarme asotar por el mañana o el ayer por que donde estoy es aqui y lo que pasa pasa ahora.
    besos

    CleTuS...

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  2. a tu cerebro no lo ves pero sabes que está y te funciona. te mando un beso

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  3. bueno, yo tengo una historia similar con unos tulipanes. Me compré (nos compramos: mi novio y yo) una planta, quiero decir, un tulipán con bulbo. Un alegrón ese sábado. Nos sorprendimos mucho porque con regarlo apenas un día creció el doble. Y ahí, nos entusiasmamos: como estaba en su casa, era él el que se encargaba de regarlo. A decir verdad nos entusiasmamos también con nosotros mismos. Cuando yo lo visitaba, también le tiraba un chorrito de agua a mi tulipa para que también sintiera mi cariño. A la semana decidí llevarlo a mi casa.
    Cuando nos subimos al auto, mi novio hizo un movimiento raro para pasar de cambio y rozó la planta, que se empezó a deshojar en ese mismo instante. El único bien en común se estaba deshaciendo. Esa tarde lloré y me dejé convencer para dejar el cadaver de la que fue nuestra planta, solo, abandonado, en la puerta de un garage de la calle Tacuarí. Creo que no fue de lo único que nos despedimos aquel día.

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  4. gracias amiga perla por compartir tu historia!

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