Yo reconozco que soy una persona bastante más ingenua de lo que me gustaría y tengo el hábito de pensar que todas las personas tienen bondad y hacen cosas que suman en el camino hacia el bien común.
Lo que ocurrió ayer durante la celebración por el 61º aniversario de la creación del Estado de Israel me golpeó duro, me entristeció y me hizo reflexionar, una vez más, sobre la sociedad en la que vivo.
No quiero darle la espalda a esta agresión, ni a otras parecidas, quiero trabajar sobre ellas, aprender y educar, porque hay mucha gente que no sabe de lo que habla, hay desinformación y malas intenciones dando vuelta.
Vivimos en una sociedad donde en teoría hay libertad de pensamiento, de culto, prensa, religión, política, etc. El tema es cuando ataques como el del domingo y protestas como la de hoy en la Embajada de Israel, son los primeros en generar esa violencia y avalar una forma de acción que justamente es la que muchos quisiéramos erradicar para pasar a otras que no tengan que ver con la patética e ignorante resolución de siempre.
No hace falta recurrir a golpes, palabras denigrantes ni discriminatorias, ni ser intolerante con quien tengo al lado, porque si yo quiero un cambio verdadero, profundo y real voy a empezar por mirar hacia adentro y observar de qué manera vivo, me relaciono con los demás y comunico mis ideales.
Ya sé que estoy hablando de un país que prácticamente dio vía libre a dos ataques antisemitas y de un mundo liderado por una política internacional que se beneficia de éstos, pero no tengo ninguna intención de hacerme cómplice de esta realidad.
lunes, 18 de mayo de 2009
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"No somo antijudíos, somos antisionistas". Menos mal, ahora sí.
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